
Lo que hice esta mañana fue un estúpido impulso; casi trágico, por la manera en la que me corrieron de la casa de indigentes. Hace no mucho tiempo, aun trabajaba como director de ese centro, un conocido, algo indeseable a veces, pero por lo general tenía buenas maneras de conducirse. Creo lo corrieron, o no se que sucedió con él. Al medio día llegué a una plaza, es pequeña y en la fuente se reúnen ebrios, vagos, adolescentes que gran parte del día piden dinero a los transeúntes y lo que consiguen lo usan para comprar tiner o cualquier cosa parecida; y alguno que otro menos cuerdo que ellos. Hace seis meses, los domingos por las mañanas, las pocas áreas verdes se llenaban de ancianos alcoholizados que pasaban la noche ahí. Al filo de las 8 pm comenzaba a llegar “prostitutas”, aunque la mayoría parecían amas de casa resignadas o viudas en busca de algo de dinero. Se acomodaban cerca de la fuente; y aunque su vestimenta era en muchas ocasiones normal y hasta recatada, pronto cantidad de autos llegaban, el conductor bajaba , se acercaba a alguna de ellas y tras breves minutos de negociaciones, ambos se dirigían al auto. Subían y desaparecían por aquellas calles que llevan al centro de la ciudad.
Intenté entrar a la casa de indigentes, pero el policía que cuida no me dejó pasar, pregunté por aquel conocido y no supo responder. Forcejeamos un rato y sin poder llegar a un acuerdo, pedí hablar con el encargado. Esperé aproximadamente 10 minutos y apareció un tipo de buenos modales pidiéndome que me fuera, que sólo recibían gente que necesitaba ayuda. Le dije que yo la necesitaba; hizo un gesto de desaprobación y me ordenó que me alejara, porque no quería hacer uso de la fuerza pública. --------Solo quiero buscar a un par de conocidos que habitan aquí, hace unos dos años solía venir y dormir en las colchonetas húmedas que hay en el cuarto de “dormir”. Todavía hace seis meses pasé por aquí, hable con un anciano el cual me invitó a beber después y nadie mostraba tal hostilidad. Ahora no se qué pasa----------. Le dije. No comprendió razones, algo le dijo al policía, casi susurrándole y éste pidió algo en su radio. Sin decir palabra alguna me di la vuelta y me alejé. Ahora solo quería un lugar para sentarme y dormir un poco.
Al acercarme a una de las bancas de color verde, no pude sentarme, puesto que estaba vomitada de algo que parecía bilis y sobre el piso los pedazos de bolillo duro rellenos de algo hacían pegajosa la suela de mis tenis. Por fin encontré un lugar, me senté al lado de un anciano, y al observar su rostro, me mostró unas grandes y pesadas ojeras que denotaban tanta amargura como la mía, él ni se inmutó de mi presencia. Algo parecido a la indiferencia que muchas veces Aide muestra. Percibo rápido sus cambios de actitud, de un apabullante buen humor, pasa a una seriedad dura. Sin ni siquiera mediar dos o tres palabras entre nosotros. Seguramente, ese cambio, es debido a lo que soy: “un tipo metido en bolsas negras de basura, abandonado al lado de cajas de cartón vacias”... Aún así, quizás Aide no lo sepa, pero la quiero; y la soledad que siempre me persigue es a causa de ser yo mismo. Cada noche al escribir un poema, me doy cuenta de que soy salvaje, pero honesto. Cada vez que Aide muestra esa indiferencia, me siento como un recorte de periódico colocado en la pared y atravesado por un alfiler. Estoy a punto de estallar en las palmas de las manos de Aide. Se que no soy un ser humano, pero si pensaba que las tardes encerrado en aquel burdel eran lo peor, me he dado cuenta de que no es así. Es peor estar junto a Aide y que parezca que el monitor de la pc es mucho más apreciable y agradable que mi carente valor como ser humano.
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